pelenpenp

Nos apegamos demasiado a los hombres
esas criaturas bidimensionales e inocentes
a su piel
adherente como una tela de araña

Me quedaría allí hasta que no dejase nada de mí
Nada.

Hasta que empezamos a pesarles
como si de pronto engordásemos.
Entonces nos preguntamos
qué pasó y
cuándo.
Inevitablemente nos ponemos
éticas patéticas pelenpenpéticas
pesadas peludas pelenpenpudas
nos salen canas arrugas
caries estrías verrugas
la sangre no circula.
Nos explotan por dentro.
Se llevan nuestra piel pegada a tiras
y en sus manos algún órgano fácil de vender.

En realidad no saben lo que hacen
sólo quieren liberarse de la carga.

Miriam Reyes

3 comentarios:

  1. No me gusta este poema. Lo siento.

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  2. Pues my love nunca se ha quejado porque me adhiera a él, le encanta, debe ser porque le gusto... El poema "yerra" por ser generalista..., aunque escribe muy bien esta poetisa, todo sea dicho. Sólo puedo enfocar el poema en una dirección: refiriéndose a aquellos hombres que se despegan demasiado de las mujeres y se ponen pelenptontudos, en el fondo no les gustan, en el fondo tienen miedo, pero en el fondo las necesitan; y a aquellas mujeres sedientas de amor, que a veces no ven más allá de su propia sed, perdiendo momentáneamente el enfoque correcto. Me gustará hablar con Miriam para decirle que el poema, a mi juicio, debería estar coronado por un "En ocasiones", que misoginos no son todos, aunque sea un virus bastante extendido.

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  3. Ya tiene gracia que en este cuaderno que no recibe casi comentarios haya una entrada que tenga dos y los dos sean de disgusto, por decirlo de alguna manera. Puestos a opinar, opinemos. A mí me encanta y, desde luego, no tengo ninguna sensación de que yerre, con o sin comillas. Yo hace tiempo que me decanto por aquellos autores que buscan los recovecos del ser humano; Miriam es una de ellas. Si ella lo siente así –y lo siente, te lo aseguro, porque el resto del libro es una catarata a este respecto-, pues así es. Así es para ella, y así tratará de darle una forma adecuada. En esto otro coincidimos: la forma, para los dos, es muy buena; en mi caso, de lo mejor que ha caído en mis manos últimamente. De modo que no quitaría ni añadiría ni una coma, esté extendido o no el virus de la misoginia, cosa que, por otro lado, me importa bien poco en materia poética. Miriam sigue la estirpe del adelantado José María Fonollosa, el que se atrevió a bucear en sus oscuridades, tuvo la imprudencia de airearlas en versos de métrica incólume y, claro, fue incomprendido en su tiempo y ensalzado una vez muerto. Miriam no llega a su altura: ni en el ámbito formal –los versos de J.M.F. son de una exactitud pavorosa- ni en el cronológico –no se adelanta a nada-. Pero es buena, no cabe duda al respecto -a mí no; quizás a otros sí-. Sigamos, pues, discrepando.

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