Frente a Leónidas y sus aguerridos, el oponente de ayer –por domingo–, léase RM, planteó la opción democrática, es decir, participativa y responsable. Frente a un liderazgo incuestionable y unos secuaces dispuestos a dar la vida por la causa, los de blanco repartieron tareas, agacharon el culo e irguieron la cabeza. El partido fue bello por ajedrez, no por juego fluido. Y damos gracias a nuestro Señor, el señor Pablo Laso, que apuesta a ganar metiendo más puntos, 78, que el rival, pírricos 59, porque si no el duelo hubiera quedado para esos anales de la historia europea, repleta de sumas que no dan más allá de los cien entre ambos contendientes. Menos mal, ya digo, que Pablo.
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