Cynara

Me presentaron este poema anoche; en realidad, un verso sólo: el amor es una alcachofa. Cuando me dijeron que era de Mario desconfié: no me sonaba y conozco buena parte de su obra; sin embargo, imaginé que podía ser e imaginé por dónde podían ir los tiros, sabedor de su tipo de sensibilidad. Quien me lo presentó, me dio la impresión de que la metáfora con la hortense la tomaba por otro lado. Era en la esquina de una barra de un bar donde el dueño, tras la barra, a duras penas mantenía la vertical; ponía música y ahí no fallaba, pero con las bebidas el asunto se complicaba. De vez en cuando entraba alguien cercano a echarle un cable. En una hora asistí a un espectáculo que cualquier creador de artes escénicas contemporáneas envidiaría poder parir. Seguí la noche y la calidad artística no aminoró. Llegué a casa de día.
Atónito ante el recuerdo.
Siguen floreciendo los cactus.
He recogido la cosecha de patatas.
Cede el día.

El final con la alcachofa es sublime.

El amor es un cetro

Una esperanza un huerto un páramo
una migaja entre dos hambres
el amor es campo minado
un jubileo de la sangre

cáliz y musgo / cruz y sésamo
pobre bisagra entre voraces
el amor es un sueño abierto
un centro con pocas filiales

un todo al borde de la nada
fogata que será ceniza
el amor es una palabra
un pedacito de utopía

es todo eso y mucho menos
y mucho más / es una isla
una borrasca / un lago quieto
sintetizando yo diría

que el amor es una alcachofa
que va perdiendo sus enigmas
hasta que queda una zozobra
una esperanza un fantasmita.

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