La llamada
Temprano, en la mañana, la llamada.
Tal vez es el teléfono que avisa
y me levanto a ciegas,
tentando el despertar sin ver su rostro.
Tropiezo en los residuos de la víspera,
cuanto hay de ayer en hoy me sale al paso,
y con torpeza y sumisión recojo
la llamada en el alba, tan temprana.
«Quién es, quién, quién.»
Silencio.
Alguien dice mi nombre y calla luego.
El despertar se rompe en nueva sombra.
«Quién, quién –repito–, quién tan pronto.»
En mil pedazos salta la mañana.
Desde el umbral me llega, tibia y sola,
la voz de la mujer envuelta en sueño,
caída aún en la última caricia
(«quién era, quién, quién era...»).
Se deshacen
lentamente la luz y las palabras,
la voz de la mujer resbala lejos,
muy lejos, más allá
que la otra voz –allá– de la llamada.
José Ángel Valente
Acerca del poema aquí hay para dejar de tomar drogas.
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