Fin de jornada
Volvía lleno de ruidos,
de vanidad, de gestos, lleno
de quienes nunca guardan bien sus límites,
se trasvasan y caen sobre nosotros
como una sorda lluvia de papel releído
o de ceniza.
Volvía lleno de ceniza
que me impedía sentarme
u oírme
o llorar.
Volvía luctuoso y solitario
reconociendo apenas con un tacto remoto
las formas familiares del amor.
De un opaco vacío regresaba.
Volvía de palabras
de sospechosa generalidad.
Volvía del azar a mi destino
o regresaba en busca
del llanto o la sonrisa
de un niño o de algo puro
o cierto o semejante
a su propia verdad.
José Angel Valente
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