the seeds



Ah, que bueno que ya todo terminó
tendrá que perdonar, querido amigo
pues quisiera buscar el mar
quisiera decirle que me he perdido
me he perdido
ah, qué raro se hace el verte por aquí
jamás te había visto tan perdido
quizá te pueda ayudar
quizá yo pueda encontrar el camino
el camino
por más que lo he intentado siempre fracasé
y es como buscar aquí y en ninguna parte
aquí y en ninguna parte
ah, recuerdo que me hablabas de los Seeds
de algún que otro grupo americano
con quien disfrutar la luz
para comprender que tú no eres malo
no eres malo
eres el recuerdo de una ciudad en pie
y es como buscar aquí y en ninguna parte
aquí y en ninguna parte

bs prepartida

Maravilloso:

Diviso nubes bajas
y lluvia que no cesa
y viento que no amaina.

Y va el tío y se estampa y se muere. Hay que joderse.



Me fui a dormir hacia las dos de la mañana
y me desperté casi al alba.
No vi la razón pero caí en una hondonada,
me suele ocurrir sin previa alarma.
Entonces entró algo de luz por la ventana
e iluminó toda tu cara.
Y estuve así, cerca de ti, sin hacer nada,
a veces sin más el mundo se para.
Primero reí, luego lloré, y te miraba,
me dio por pensar y recordaba
que llevamos casi la mitad de nuestras vidas,
yo parte de ti y tú de la mía.
Fui a recorrer lo que va de la luz al miedo
y te encontré justo en el medio.
Así que proyecté y planeé
como uno hace al creer
que no se va a romper,
que tiene que cambiar
la suerte alguna vez.
Parece que somos como fuegos artificiales,
vamos a brillar sólo un instante.
Parece que hoy voy a mirar hacia delante
hasta que todo estalle en el aire.


un poco de carbón
enciende el fuego
y siéntate en la pared
baila un baile de claqué
sólo tú yo sabemos
que lo haces muy bien
quédate conmigo aquí
cuéntame una historia
que no tenga fin
no mires el reloj
hoy las horas no nos moverán
en este mes de abril
no has cambiado
y aún me haces reír
quédate conmigo aquí
cuéntame una historia
que no tenga fin
y cuando den las diez
yo no quiero obligarte
si quieres te vas

la puntuación en Monterroso

Sinfonía concluída

—Yo podría contar —terció el gordo atropelladamente— que hace tres años en Guatemala un viejito organista de una iglesia de barrio me refirió que por 1929 cuando le encargaron clasificar los papeles de música de La Merced se encontró de pronto unas hojas raras que intrigado se puso a estudiar con el cariño de siempre y que como las acotaciones estuvieran escritas en alemán le costó bastante darse cuenta de que se trataba de los dos movimientos finales de la Sinfonía inconclusa así que ya podía yo imaginar su emoción al ver bien clara la firma de Schubert y que cuando muy agitado salió corriendo a la calle a comunicar a los demás su descubrimiento todos dijeron riéndose que se había vuelto loco y que si quería tomarles el pelo pero que como él dominaba su arte y sabía con certeza que los dos movimientos eran tan excelentes como los primeros no se arredró y antes bien juró consagrar el resto de su vida a obligarlos a confesar la validez del hallazgo por lo que de ahí en adelante se dedicó a ver metódicamente a cuanto músico existía en Guatemala con tan mal resultado que después de pelearse con la mayoría de ellos sin decir nada a nadie y mucho menos a su mujer vendió su casa para trasladarse a Europa y que una vez en Viena pues peor porque no iba a ir decían un Leiermann guatemalteco a enseñarles a localizar obras perdidas y mucho menos de Schubert cuyos especialistas llenaban la ciudad y que qué tenían que haber ido a hacer esos papeles tan lejos hasta que estando ya casi desesperado y sólo con el dinero del pasaje de regreso conoció a una familia de viejitos judíos que habían vivido en Buenos Aires y hablaban español los que lo atendieron muy bien y se pusieron nerviosísimos cuando tocaron como Dios les dio a entender en su piano en su viola y en su violín los dos movimientos y quienes finalmente cansados de examinar los papeles por todos lados y de olerlos y de mirarlos al trasluz por una ventana se vieron obligados a admitir primero en voz baja y después a gritos ¡son de Schubert son de Schubert! y se echaron a llorar con desconsuelo cada uno sobre el hombro del otro como si en lugar de haberlos recuperado los papeles se hubieran perdido en ese momento y que yo me asombrara de que todavía llorando si bien ya más calmados y luego de hablar aparte entre sí y en su idioma trataron de convencerlo frotándose las manos de que los movimientos a pesar de ser tan buenos no añadían nada al mérito de la sinfonía tal como ésta se hallaba y por el contrario podía decirse que se lo quitaban pues la gente se había acostumbrado a la leyenda de que Schubert los rompió o no los intentó siquiera seguro de que jamás lograría superar o igualar la calidad de los dos primeros y que la gracia consistía en pensar si así son el allegro y el andante cómo serán el scherzo y el allegro ma non troppo y que si él respetaba y amaba de veras la memoria de Schubert lo más inteligente era que les permitiera guardar aquella música porque además de que se iba a entablar una polémica interminable el único que saldría perdiendo sería Schubert y que entonces convencido de que nunca conseguiría nada entre los filisteos ni menos aún con los admiradores de Schubert que eran peores se embarcó de vuelta a Guatemala y que durante la travesía una noche en tanto la luz de la luna daba de lleno sobre el espumoso costado del barco con la más profunda melancolía y harto de luchar con los malos y con los buenos tomó los manuscritos y los desgarró uno a uno y tiró los pedazos por la borda hasta no estar bien cierto de que ya nunca nadie los encontraría de nuevo al mismo tiempo—finalizó el gordo con cierto tono de afectada tristeza— que gruesas lágrimas quemaban sus mejillas y mientras pensaba con amargura que ni él ni su patria podrían reclamar la gloria de haber devuelto al mundo unas páginas que el mundo hubiera recibido con tanta alegría pero que el mundo con tanto sentido común rechazaba.

Augusto Monterroso

Si lo quieren en audio, aquí  lo tienen leído.
filisteo, a

Del lat. tardío Philistaeus, y este del hebr. pĕlištī.
1. adj. Dicho de una personaDe una pequeña nación que ocupaba la costa del Mediterráneo al norte de Egipto, y que luchó contra
los israelitasU. t. c. s.
2. adj. Perteneciente o relativo a los filisteos.
3. adj. Dicho de una personaDe espíritu vulgarde escasos
conocimientos y poca sensibilidad artística o literariaU. m. c. s. m.
4. m. Hombre de mucha estatura y corpulencia.

ningún vestigio

Entrevista por escrito a quien es capaz de generar esta perla, inserta en novela:

“Cansado como está, no se detiene entonces en el retrospectivo inventario de la destrucción”.

Verás, mi salud no es buena y tengo la vista muy dañada, apenas puedo leer. Yo he sido un lector asiduo, de varias horas diarias, pero eso también se acabó. Me paso el día a la sombra de un árbol viendo pasar el tiempo, oyendo música de cámara, jazz, flamenco. Eso es todo lo que hago. La vejez es una maldita sucesión de pérdidas.

La literatura que se limita a contar historias no pasa de ser una crónica periodística, pierde su condición de literatura. La literatura es el arte de crear una nueva realidad, de interpretar estéticamente el mundo, no de copiarlo.

P. ¿Cómo era entonces la relación con los colegas?
R. Yo tenía por entonces dos grandes amigos escritores: Ángel González y Juan García Hortelano. Nos íbamos por ahí con frecuencia a cenar, a tomar copas… A los demás los trataba muy de tarde en tarde.

P. En todo caso, ¿el panorama de ahora le resulta atrayente?
R. No, atrayente no. Pero hay unos pocos casos alentadores.

Si la quieren leer completa, está aquí. Es de julio del año pasado. Lo digo por lo del panorama de ahora, para situarnos.
Por mi parte, amén de la envidia literaria, la de no hacer nada bajo un árbol, la de tener las marismas en frente, la de beber vino con delectación diaria, la mayor, sobre todas ellas, es la de haber salido de farra con Ángel y Juan. Envidia es poco.

A batallas de amor campo de plumas

Ningún vestigio tan inconsolable
como el que deja un cuerpo
entre las sábanas
                                  y más
cuando la lasitud de la memoria
ocupa un espacio mayor
del que razonablemente le corresponde.

Linda el amanecer con la almohada
y algo jadea cerca, acaso un último
estertor adherido
a la carne, la otra vez adversaria
emanación del tedio estacionándose
entre los utensilios volubles
de la noche.
                      Despierta, ya es de día, mira
los restos del naufragio
bruscamente esparcidos
en la vidriosa linde del insomnio.

Sólo es un pacto a veces, una tregua
ungida de sudor, la extenuante
reconstrucción del sitio
donde estuvo asediado el taciturno
material del deseo.
                                    Rastros
hostiles reptan entre un cúmulo
de trofeos y escorias, amortiguan
la inerme acometida de los cuerpos.

A batallas de amor campo de plumas.

José Manuel Caballero Bonald

centón


Del lat. cento, -ōnis.
1. m. Obra literaria compuesta con fragmentos de otras obras.
2. m. despect. Obra llena de elementos heterogéneos y falta de
originalidad.
3. m. Manta grosera hecha de retazos.

inverecundia

Del lat. inverecundia.
1. f. Desvergüenzadesfachatez.

todo sobre las cajas

Lo diría una indígena y tendría razón.
"Ustedes tienen la vida organizada en cajas.
Nacen y les depositan en una cajita,
su casa es una caja, y las habitaciones
son cajas más pequeñas.
Suben a la casa en una caja,
bajan a la calle en una caja.
Viajan en una caja.
Duermen y hacen el amor sobre una caja.
A través de una caja ven el mundo.
Cambian de casa: lo meten todo en cajas.
Los Bancos y las Cajas hacen caja.
Y cuando mueren
les introducen también en una caja".
Todo está hecho para que encajemos.
Nos encajan la vida.
Algunos no encajamos, y nos desencajamos.


Ángel Guinda

el menor ángulo con la dirección del viento


NOCTURNO CON BARCOS

Siento pasar los barcos por dentro
de la noche. Viene de un taciturno
distrito del invierno y van a otra interina
estación de argonautas,
                                    esas rutas
quiméricas que rondan
los fascinantes puertos de la imaginación.

Invisibles a veces, surcan
las cóncavas comarcas de la niebla,
pertenecen a un mundo despoblado,
a alguna procelosa tradición
de vidrieras marchitas, se parecen
a la emoción que queda detrás de algunos sueños.

Llega hasta aquí el empuje
respiratorio de las máquinas, el empellón
del agua en las amuras,
                                    y a veces
una sirena desenrosca
la disonante cinta de su melancolía
por los opacos círculos del aire.

La cifra de esos barcos es la mía.
Con ellos cada noche se va también mi alma.

José Manuel recita con la misma soltura y gracia que tengo yo para el manejo del polaco... 





amura

De amurar.
1. f. Mar. Parte de los costados del buque donde este empieza a estrecharse para formar la proa.

2. f. Mar. Cabo que hay en cada uno de los puños bajos de las velas mayores de cruz y en el bajo de proa de todas las de cuchillopara llevarlos hacia proa y afirmarlos.