escribir con fiebre

Oda triunfal

A la dolorosa luz de las grandes lámparas eléctricas de la fábrica
tengo fiebre y escribo.
Escribo haciendo rechinar los dientes, fiera ante la belleza de esto,
ante la belleza de esto que desconocían totalmente los antiguos.

¡Oh ruedas, oh engranajes, r-r-r-r-r-r eterno!
¡Fuerte espasmo retenido en la maquinaria enfurecida!
¡Enfurecida fuera y dentro de mí,
a través de todos mis nervios disecados,
a través de todas las papilas de aquello con lo que siento!
Tengo los labios secos, oh grandes ruidos modernos,
de oírlos de demasiado cerca,
y me arde la cabeza de quererlos cantar con un exceso
de expresión de todas mis sensaciones,
¡con un exceso contemporáneo de ustedes, máquinas!

Mirando febril los motores como a una Naturaleza tropical–
grandes trópicos humanos de hierro, fuego y fuerza–
canto, y canto el presente, y también el pasado y el futuro
y hay Platón y hay Virgilio y fueron humanos,
y pedazos de Alejandro Magno de acaso de siglo cincuenta,
átomos que irán a dar fiebre al cerebro de Esquilo del siglo cien,
andan por estas cintas transportadoras y estos émbolos y estos volantes,
rugiendo, chirriando, susurrando, atronando, mordiendo,
haciéndome un exceso de caricias en el cuerpo con una sola caricia en el alma.

¡Ah, poder expresarme como se expresa un motor!
¡Ser completo como una máquina!
¡Ir por la vida triunfante como un automóvil último modelo!
¡Poder dejarme penetrar al menos físicamente por todo esto,
desgarrarme todo, abrirme completamente, volverme poroso
a todos los perfumes de aceites y calores de carbón
de esta flora estupenda, negra, artificial e insaciable!

¡Fraternidad con todas las dinámicas!
Promiscua furia de ser parte-agente
del rodar férreo y cosmopolita
de los esforzados trenes,
del laborioso transporte de carga de los navíos,
del giro lúbrico y lento de las grúas,
del tumulto disciplinado de las fábricas
y del casi-silencio susurrante y monótono de las cintas transportadoras.
¡Horas europeas, productivas, atrapadas
entre maquinarias y quehaceres útiles!
Grandes ciudades detenidas en los cafés,
en los cafés –oasis de inutilidad ruidosa
donde se cristalizan y se precipitan
los rumores y los gestos de lo Útil
y las ruedas, y las ruedas dentadas y las chumaceras de los Progresivo!
¡Nueva Minerva sin alma de los muelles y las estaciones!
¡Quillas de chapas de hierro sonriendo apoyadas en los diques,
o en vilo, alzadas, en los planos inclinados de los puertos!
¡Actividad internacional, transatlántica, Canadian Pacific!
Luces y febriles pérdidas de tiempo en los bares, los hoteles,
En los Longchamps y los Derbies y los Ascots,
y Piccadillies y Avenues de l´Opera
que me entran en el alma!

¡He-hi lass calles, he-hi las plazas, he-hí la foule!
¡Todo lo que pasa, todo lo que para en los escaparates!
¡Comerciantes; vagos, escrocs exageradamente bien vestidos;
miembros evidentes de clubes aristocráticos;
escuálidas figuras dudosas; jefes de familia vagamente felices
y paternales hasta en la cadena de oro que les cruza el chaleco de bolsillo a bolsillo!
¡Todo lo que pasa, todo lo que pasa y no pasa nunca!
Presencia demasiado acentuada de las cocottes;
banalidad interesante (¿y quién sabe qué hay por dentro?)
de las burguesitas, madre e hija generalmente,
que andan por la calle con un fin cualquiera,
la gracia femenina y falsa de los pederastas que pasan, lentos;
¡y toda la gente sencillamente elegante que pasea y se muestra
y en definitiva tiene un alma adentro”

(¡Ah, cómo desearía ser el souteneur de todo esto!)

¡La maravillosa belleza de la corrupción política,
deliciosos escándalos financieros y diplomáticos,
ataques políticos en las calles,
y de vez en cuando el cometa de un regicidio
que ilumina de Prodigio y de Fanfarria los cielos
habituales y brillantes de la Civilización cotidiana!

¡Noticias desmentidas de los periódicos,
artículos políticos insinceramente sinceros,
noticias passez-à-la-caisse, grandes crímenes–
y de éstos, dos columnas pasando a la página dos!
¡Oh fresco olor a tinta tipográfica!
¡Los húmedos carteles recién pegados!
¡Vients-de-paraître amarillos con una cinta blanca!
¡Cómo os amo a todos, a todos, a todos,
cómo os amo de todas las maneras,
con los ojos y con los oídos y con el olfato
y con el tacto (¡lo que representa para mí palparlos!)
y con la inteligencia como una antena que hacen vibrar!
¡Ah, cómo los celan todos mis sentidos!
¡Abonos, trilladoras a vapor, avances de la agricultura!
¡Química agrícola, y el comercio casi una ciencia!
¡Oh muestrarios de los viajantes,
los viajantes, caballeros andantes de la Industria,
prolongaciones humanos de las fábricas y los serenos despachos!

¡Oh telas de los escaparates! ¡Oh maniquíes! ¡Oh revistas de modas!
¡Oh artículos inútiles que todo el mundo quiere comprar!
¡Hola grandes almacenes con varias secciones!
¡Hola todo lo que hoy se construye, lo que nos hace diferentes de ayer!
Eh, cemento armado, hormigón, nuevos procesos!
¡Avances de los armamentos gloriosamente mortíferos!
¡Blindados, cañones, ametralladoras, submarinos, aeroplanos!

Los amo a todos, a todo, como una fiera.
¡Los amo carnívoramente,
pervertidamente y enroscando la vista
en ustedes, oh cosas grandes, banales, útiles, inútiles,
oh cosas del todo modernas,
oh mis contemporáneas, forma actual y próxima
del sistema inmediato del Universo!
¡Nueva revelación metálica y dinámica de Dios!

¡Oh fábricas, oh laboratorios, oh music-halls, oh Luna Parks,
acorazados, puentes, dársenas flotantes–
en mi mente arremolinada e incandescente
los poseo como a una mujer hermosa,
completamente los poseo como a una mujer hermosa que uno no ama,
que, encontrada por casualidad, le parece interesantísima.

¡Hey fachadas de las grandes tiendas!
¡Hey ascensores de los grandes edificios!
¡Hey reajustes ministeriales!
¡Parlamento, políticas, anuncios de presupuestos,
presupuestos falsificados!
(Un presupuesto es tan natural como un árbol
y un parlamento tan bello como una mariposa.)

Hey, interés por todo lo de la vida,
porque todo es vida, desde las gemas de los escaparates
hasta la noche puente misterioso entre los astros
y el amor antiguo y solemne, que lava las espaldas
y es misericordiosamente el mismo
que cuando Platón era de veras Platón
en su presencia real y en su carne con el alma dentro,
y hablaba con Aristóteles, que no iba a ser discípulo suyo.

Podría morir triturado por un motor
con el sentimiento de entrega deliciosa de una mujer poseída,
¡Arrójenme a los altos hornos!
¡Pónganme bajo los trenes!
¡Masoquismo a través de la maquinaria!
¡Sadismo de no sé qué moderno y yo y barullo!

¡Apa-lá jockey que ganaste el Derby!
¡Mordisquear tu gorra bicolor!
(¡Ser tan alto que no pudiese entrar por las puertas!
¡Ah, en mí mirar es una perversión sexual!

¡Hey, hey, hey catedrales!
¡Déjenme partir la cabeza contra sus esquinas
y que me levanten de la calle lleno de sangre
sin que nadie sepa quién soy!

¡Oh tranvías, funiculares, metropolitanos,
frótense contra mí hasta el espasmo!
¡Huiji! ¡Huiji! ¡Huiji uh!
¡Dénme carcajadas en plena cara,
oh automóviles atestados de atorrantes y de putas,
oh multitudes cotidianas ni alegres ni tristes de las calles,
anónimo río multicolor donde puedo bañarme como quiera!
¡Ah, qué vidas complejas, cuánto de todo esto por las casas!
¡Ah, conocerles la vida a todos, las dificultades de dinero,
las diferencias domésticas, las depravaciones que ni se sospechan,
los pensamientos que cada uno tiene a solas en su pieza
y los gestos que hace cuando no puede verlo nadie!
¡No saber esto es ignorarlo todo, oh rabia,
oh rabia que como una fiebre y un celo y un hambre
me enflaquece el rostro y me agita a veces las manos
en crispaciones absurdas en medio de la turba
en las calles repletas de empujones!

Ah, y la gente ordinaria y sucia, que parece siempre la misma,
que usa palabrotas como palabras corrientes,
cuyos hijos roban a las puertas de los almacenes
y cuyas hijas a los ocho años –¡me parece bello y me encanta!–
masturban hombres de aspecto decente en los descansos de las escaleras.
¡La gentuza que anda por los andamios y se va para la casa
por callecitas casi irreales de estrechez y podredumbre!
¡Maravillosa gente humana que vive como los perros,
que está debajo de todos los sistemas morales,
para la cual no ha sido hecha ninguna religión,
ningún arte creada,
destinada ninguna política!
¡Cómo los amo a todos, porque son así,
ni inmorales de tan bajos que son, ni buenos ni malos,
intangibles para cualquier progreso,
fauna maravillosa del fondo del mar de la vida!

(En la noria del patio de mi casa
el burro hace girar y girar la rueda,
y de este tamaño es el misterio del mundo.
Límpiate el sudor con el brazo, trabajador descontento.
La luz del sol ahoga el silencio de las esferas
y todos habremos de morir,
oh pinares sombríos al crepúsculo,
pinares donde mi infancia era diferente
de lo que soy hoy…)
¡Pero, ah, otra vez la rabia mecánica constante!
Otra vez esa agitada obsesión de autobuses.
¡Y otra vez la furia de estar viajando al mismo tiempo en todos los trenes
de todos los lugares del mundo,
de estar despidiéndome a bordo de todos los barcos
que a estas horas están levando anclas o apartándose de los muelles.
¡Oh hierro, oh acero, oh aluminio, oh chapas de hierro ondulado!
¡Oh muelles, oh puertos, oh trenes, oh grúas, oh remolcadores!

¡Hey, grandes accidentes de tren!
¡Hey, derrumbes de galerías de minas!
¡Hey, naufragios deliciosos de los grandes transatlánticos!
¡Hey, revoluciones de aquí, de allá, de acullá,
alteraciones de constituciones, guerras, tratados, invasiones,
ruido, injusticias, violencias, y quizá en breve el fin,
la gran invasión de Europa por los bárbaros amarillos,
y otro Sol en el Horizonte nuevo!

¿Qué le importa todo esto, pero qué le importa todo esto
al fúlgido y rojizo fragor contemporáneo,
al fragor cruel y delicioso de la civilización de hoy?
Todo eso lo apaga todo, salvo el Momento,
el Momento del tronco desnudo y caliente como un fogón,
el Momento estridentemente ruidoso y mecánico,
el Momento dinámico por el que pasan todas las bacantes
del hierro y del bronce y de la borrachera de los metales.

Ea trenes, ea puentes, ea hoteles a la hora de cenar,
ea aparatos de todo tipo, férreos, roscos, mínimos
instrumentos de precisión, aparatos de triturar, de cavar,
herramientas, trépanos, máquinas rotativas!

¡Ea! ¡Ea! ¡Ea!
¡Ea electricidad, nervio enfermo de la Materia!
¡Ea telégrafo, simpatía mecánica del inconsciente!
¡Ea túneles, ea canales, Panamá, Kiel, Suez!
¡Ea todo el pasado en el presente!
¡Ea todo el futuro ya en nosotros! ¡Ea!
¡Ea! ¡Ea! ¡Ea!
¡Frutos de hierro y útil del árbol-fábrica cosmopolita!
¡Ea! ¡Ea! ¡Ea, ae-ho-o-o!
Ya ni sé que existo por dentro. Giro, ruedo, me instrumento.
Me enganchan en todos los trenes.
Me izan en todos los muelles.
Giro en las hélices de todos los barcos.
¡Ea! ¡Ea-ho ea!
¡Ea! ¡Soy el calor mecánico de la electricidad!

¡Ea! ¡Y los rieles y las salas de máquinas de toda Europa!
¡Ea y hurra por mí-todo y por todo, máquinas en marcha, ea!

¡Saltar con todo y por encima de todo! ¡Hupa-la!
¡Hupa-la, hupa-la, hupa-la-la, hup-la!
¡Hey-la! ¡Hey-hop! ¡Huo-o-o-o-o!
¡Z-z-z-z-z-z-z-z-z-z-z-z!
¡Ah, no ser yo toda la gente y todas partes!

Álvaro de Campos(1914). Versión de Marcelo Cohen.


ODE TRIUNFAL

À dolorosa luz das grandes lâmpadas eléctricas da fábrica
Tenho febre e escrevo.
Escrevo rangendo os dentes, fera para a beleza disto,
Para a beleza disto totalmente desconhecida dos antigos.

Ó rodas, ó engrenagens, r-r-r-r-r-r-r eterno!
Forte espasmo retido dos maquinismos em fúria!
Em fúria fora e dentro de mim,
Por todos os meus nervos dissecados fora,
Por todas as papilas fora de tudo com que eu sinto!
Tenho os lábios secos, ó grandes ruídos modernos,
De vos ouvir demasiadamente de perto,
E arde-me a cabeça de vos querer cantar com um excesso
De expressão de todas as minhas sensações,
Com um excesso contemporâneo de vós, ó máquinas!

Em febre e olhando os motores como a uma Natureza tropical —
Grandes trópicos humanos de ferro e fogo e força —
Canto, e canto o presente, e também o passado e o futuro,
Porque o presente é todo o passado e todo o futuro
E há Platão e Virgílio dentro das máquinas e das luzes eléctricas
Só porque houve outrora e foram humanos Virgílio e Platão,
E pedaços do Alexandre Magno do século talvez cinquenta,
Átomos que hão-de ir ter febre para o cérebro do Ésquilo do século cem,
Andam por estas correias de transmissão e por estes êmbolos e por estes volantes,
Rugindo, rangendo, ciciando, estrugindo, ferreando,
Fazendo-me um acesso de carícias ao corpo numa só carícia à alma.

Ah, poder exprimir-me todo como um motor se exprime!
Ser completo como uma máquina!
Poder ir na vida triunfante como um automóvel último-modelo!
Poder ao menos penetrar-me fisicamente de tudo isto,
Rasgar-me todo, abrir-me completamente, tornar-me passento
A todos os perfumes de óleos e calores e carvões
Desta flora estupenda, negra, artificial e insaciável!

Fraternidade com todas as dinâmicas!
Promíscua fúria de ser parte-agente
Do rodar férreo e cosmopolita
Dos comboios estrénuos,
Da faina transportadora-de-cargas dos navios,
Do giro lúbrico e lento dos guindastes,
Do tumulto disciplinado das fábricas,
E do quase-silêncio ciciante e monótono das correias de transmissão!

Horas europeias, produtoras, entaladas
Entre maquinismos e afazeres úteis!
Grandes cidades paradas nos cafés,
Nos cafés — oásis de inutilidades ruidosas
Onde se cristalizam e se precipitam
Os rumores e os gestos do Útil
E as rodas, e as rodas-dentadas e as chumaceiras do Progressivo!
Nova Minerva sem-alma dos cais e das gares!
Novos entusiasmos de estatura do Momento!
Quilhas de chapas de ferro sorrindo encostadas às docas,
Ou a seco, erguidas, nos planos-inclinados dos portos!
Actividade internacional, transatlântica, Canadian-Pacific!
Luzes e febris perdas de tempo nos bares, nos hotéis,
Nos Longchamps e nos Derbies e nos Ascots,
E Piccadillies e Avenues de L’Opéra que entram
Pela minh’alma dentro!

Hé-lá as ruas, hé-lá as praças, hé-lá-hô la foule!
Tudo o que passa, tudo o que pára às montras!
Comerciantes; vários; escrocs exageradamente bem-vestidos;
Membros evidentes de clubes aristocráticos;
Esquálidas figuras dúbias; chefes de família vagamente felizes
E paternais até na corrente de oiro que atravessa o colete
De algibeira a algibeira!
Tudo o que passa, tudo o que passa e nunca passa!
Presença demasiadamente acentuada das cocotes
Banalidade interessante (e quem sabe o quê por dentro?)
Das burguesinhas, mãe e filha geralmente,
Que andam na rua com um fim qualquer;
A graça feminil e falsa dos pederastas que passam, lentos;
E toda a gente simplesmente elegante que passeia e se mostra
E afinal tem alma lá dentro!

(Ah, como eu desejaria ser o souteneur disto tudo!)

A maravilhosa beleza das corrupções políticas,
Deliciosos escândalos financeiros e diplomáticos,
Agressões políticas nas ruas,
E de vez em quando o cometa dum regicídio
Que ilumina de Prodígio e Fanfarra os céus
Usuais e lúcidos da Civilização quotidiana!

Notícias desmentidas dos jornais,
Artigos políticos insinceramente sinceros,
Notícias passez à-la-caisse, grandes crimes —
Duas colunas deles passando para a segunda página!
O cheiro fresco a tinta de tipografia!
Os cartazes postos há pouco, molhados!
Vients-de-paraître amarelos como uma cinta branca!
Como eu vos amo a todos, a todos, a todos,
Como eu vos amo de todas as maneiras,
Com os olhos e com os ouvidos e com o olfacto
E com o tacto (o que palpar-vos representa para mim!)
E com a inteligência como uma antena que fazeis vibrar!
Ah, como todos os meus sentidos têm cio de vós!

Adubos, debulhadoras a vapor, progressos da agricultura!
Química agrícola, e o comércio quase uma ciência!
Ó mostruários dos caixeiros-viajantes,
Dos caixeiros-viajantes, cavaleiros-andantes da Indústria,
Prolongamentos humanos das fábricas e dos calmos escritórios!

Ó fazendas nas montras! Ó manequins! Ó últimos figurinos!
Ó artigos inúteis que toda a gente quer comprar!
Olá grandes armazéns com várias secções!
Olá anúncios eléctricos que vêm e estão e desaparecem!
Olá tudo com que hoje se constrói, com que hoje se é diferente de ontem!
Eh, cimento armado, beton de cimento, novos processos!
Progressos dos armamentos gloriosamente mortíferos!
Couraças, canhões, metralhadoras, submarinos, aeroplanos!
Amo-vos a todos, a tudo, como uma fera.
Amo-vos carnivoramente.
Pervertidamente e enroscando a minha vista
Em vós, ó coisas grandes, banais, úteis, inúteis,
Ó coisas todas modernas,
Ó minhas contemporâneas, forma actual e próxima
Do sistema imediato do Universo!
Nova Revelação metálica e dinâmica de Deus!

Ó fábricas, ó laboratórios, ó music-halls, ó Luna-Parks,
Ó couraçados, ó pontes, ó docas flutuantes —
Na minha mente turbulenta e encandescida
Possuo-vos como a uma mulher bela,
Completamente vos possuo como a uma mulher bela que não se ama,
Que se encontra casualmente e se acha interessantíssima.

Eh-lá-hô fachadas das grandes lojas!
Eh-lá-hô elevadores dos grandes edifícios!
Eh-lá-hô recomposições ministeriais!
Parlamentos, políticas, relatores de orçamentos,
Orçamentos falsificados!
(Um orçamento é tão natural como uma árvore
E um parlamento tão belo como uma borboleta).

Eh-lá o interesse por tudo na vida,
Porque tudo é a vida, desde os brilhantes nas montras
Até à noite ponte misteriosa entre os astros
E o mar antigo e solene, lavando as costas
E sendo misericordiosamente o mesmo
Que era quando Platão era realmente Platão
Na sua presença real e na sua carne com a alma dentro,
E falava com Aristóteles, que havia de não ser discípulo dele.

Eu podia morrer triturado por um motor
Com o sentimento de deliciosa entrega duma mulher possuída.
Atirem-me para dentro das fornalhas!
Metam-me debaixo dos comboios!
Espanquem-me a bordo de navios!
Masoquismo através de maquinismos!
Sadismo de não sei quê moderno e eu e barulho!

Up-lá hô jockey que ganhaste o Derby,
Morder entre dentes o teu cap de duas cores!

(Ser tão alto que não pudesse entrar por nenhuma porta!
Ah, olhar é em mim uma perversão sexual!)

Eh-lá, eh-lá, eh-lá, catedrais!
Deixai-me partir a cabeça de encontro às vossas esquinas.

E ser levado da rua cheio de sangue
Sem ninguém saber quem eu sou!

Ó tramways, funiculares, metropolitanos,
Roçai-vos por mim até ao espasmo!
Hilla! hilla! hilla-hô!
Dai-me gargalhadas em plena cara,
Ó automóveis apinhados de pândegos e de putas,
Ó multidões quotidianas nem alegres nem tristes das ruas,
Rio multicolor anónimo e onde eu me posso banhar como quereria!
Ah, que vidas complexas, que coisas lá pelas casas de tudo isto!
Ah, saber-lhes as vidas a todos, as dificuldades de dinheiro,
As dissensões domésticas, os deboches que não se suspeitam,
Os pensamentos que cada um tem a sós consigo no seu quarto
E os gestos que faz quando ninguém pode ver!
Não saber tudo isto é ignorar tudo, ó raiva,
Ó raiva que como uma febre e um cio e uma fome
Me põe a magro o rosto e me agita às vezes as mãos
Em crispações absurdas em pleno meio das turbas
Nas ruas cheias de encontrões!

Ah, e a gente ordinária e suja, que parece sempre a mesma,
Que emprega palavrões como palavras usuais,
Cujos filhos roubam às portas das mercearias
E cujas filhas aos oito anos — e eu acho isto belo e amo-o! —
Masturbam homens de aspecto decente nos vãos de escada.
A gentalha que anda pelos andaimes e que vai para casa
Por vielas quase irreais de estreiteza e podridão.
Maravilhosamente gente humana que vive como os cães
Que está abaixo de todos os sistemas morais,
Para quem nenhuma religião foi feita,
Nenhuma arte criada,
Nenhuma política destinada para eles!
Como eu vos amo a todos, porque sois assim,
Nem imorais de tão baixos que sois, nem bons nem maus,
Inatingíveis por todos os progressos,
Fauna maravilhosa do fundo do mar da vida!

(Na nora do quintal da minha casa
O burro anda à roda, anda à roda,
E o mistério do mundo é do tamanho disto.
Limpa o suor com o braço, trabalhador descontente.
A luz do sol abafa o silêncio das esferas
E havemos todos de morrer,
Ó pinheirais sombrios ao crepúsculo,
Pinheirais onde a minha infância era outra coisa
Do que eu sou hoje...)

Mas, ah outra vez a raiva mecânica constante!
Outra vez a obsessão movimentada dos ónibus.
E outra vez a fúria de estar indo ao mesmo tempo dentro de todos os comboios
De todas as partes do mundo,
De estar dizendo adeus de bordo de todos os navios,
Que a estas horas estão levantando ferro ou afastando-se das docas.
Ó ferro, ó aço, ó alumínio, ó chapas de ferro ondulado!
Ó cais, ó portos, ó comboios, ó guindastes, ó rebocadores!

Eh-lá grandes desastres de comboios!
Eh-lá desabamentos de galerias de minas!
Eh-lá naufrágios deliciosos dos grandes transatlânticos!
Eh-lá-hô revoluções aqui, ali, acolá,
Alterações de constituições, guerras, tratados, invasões,
Ruído, injustiças, violências, e talvez para breve o fim,
A grande invasão dos bárbaros amarelos pela Europa,
E outro Sol no novo Horizonte!

Que importa tudo isto, mas que importa tudo isto
Ao fúlgido e rubro ruído contemporâneo,
Ao ruído cruel e delicioso da civilização de hoje?
Tudo isso apaga tudo, salvo o Momento,
O Momento de tronco nu e quente como um fogueiro,
O Momento estridentemente ruidoso e mecânico,
O Momento dinâmico passagem de todas as bacantes
Do ferro e do bronze e da bebedeira dos metais.

Eia comboios, eia pontes, eia hotéis à hora do jantar,
Eia aparelhos de todas as espécies, férreos, brutos, mínimos, Instrumentos de precisão, aparelhos de triturar, de cavar,
Engenhos brocas, máquinas rotativas!

Eia! eia! eia!
Eia electricidade, nervos doentes da Matéria!
Eia telegrafia-sem-fios, simpatia metálica do Inconsciente!
Eia túneis, eia canais, Panamá, Kiel, Suez!
Eia todo o passado dentro do presente!
Eia todo o futuro já dentro de nós! eia!
Eia! eia! eia!
Frutos de ferro e útil da árvore-fábrica cosmopolita!
Eia! eia! eia! eia-hô-ô-ô!
Nem sei que existo para dentro. Giro, rodeio, engenho-me.
Engatam-me em todos os comboios.
Içam-me em todos os cais.
Giro dentro das hélices de todos os navios.
Eia! eia-hô! eia!
Eia! sou o calor mecânico e a electricidade!

Eia! e os rails e as casas de máquinas e a Europa!
Eia e hurrah por mim-tudo e tudo, máquinas a trabalhar, eia!

Galgar com tudo por cima de tudo! Hup-lá!

Hup-lá, hup-lá, hup-lá-hô, hup-lá!
Hé-la! He-hô! H-o-o-o-o!
Z-z-z-z-z-z-z-z-z-z-z-z!

Ah não ser eu toda a gente e toda a parte!



Campos es un hombre alto y cosmopolita, que ha estudiado en Escocia y que usa monóculo. Es un elegante moderno, con resabios simbolistas, un futurista que escribe con coherencia aunque elogie las grandes ciudades, las turbinas, los voltios que iluminan la noche, y toda la faramalla de la modernidad que exulta...

Quién tuviera fiebre...

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