no one knows what he does in his spare time


Traigo la versión en inglés y en español. Lo del polaco, en fin... No conozco las autorías. Me suena mejor la inglesa.

CENSUS

On the hill where Troy once stood,
they've dug up seven cities.
Seven cities. Six too many
for a single epic.
What's to be done with them? What?
Hexameters burst,
nonfictional bricks appear between the cracks,
ruined walls rise mutely as in silent films,
charred beams, broken chains,
bottomless pitchers drained dry,
fertility charms, olive pits
and skulls as palpable as tomorrow's moon.

Our stockpile of antiquity grows constantly,
it's overflowing,
reckless squatters jostle for a place in history,
hordes of sword fodder,
Hector's nameless extras, no less brave than he,
thousands upon thousands of singular faces,
each the first and last for all time,
in each a pair of inimitable eyes.
How easy it was to live not knowing this,
so sentimental, so spacious.

What should we give them? What do they need?
Some more or less unpeopled century?
Some small appreciation for their goldsmiths' art?
We three billion judges
have problems of our own,
our own inarticulate rabble,
railroad stations, bleachers, protests and processions,
vast numbers of remote streets, floors, and walls.
We pass each other once for all time in department stores
shopping for a new pitcher.
Homer is working in the census bureau.
No one knows what he does in his spare time.

CENSO 

En la colina en la que estaba Troya
han excavado siete ciudades.
Siete ciudades. Seis más de la cuenta
para una sola epopeya.
¿Qué hacer con ellas, qué hacer?
Los hexámetros revientan,
un no relatado ladrillo sale de las grietas,
en el silencio de una película muda unos muros derrumbados,
vigas carbonizadas, eslabones rotos,
jarros bebidos hasta perder el fondo,
amuletos de fertilidad, semillas de huertos,
y cráneos tan tangibles como la luna de la mañana.

Nos vamos llenando de antigüedad,
y en ella cada vez más estrechos,
salvajes inquilinos se abren paso a codazos en la historia,
legiones de carne de espada,
caras de la cruz de Héctor, al que igualan en valor;

miles y miles de rostros individuales,
y cada uno de ellos el primero y el último en el tiempo,
y en cada uno de ellos un par de ojos incomparables.
Era tan fácil no saber nada de eso
tan sentimental, tan espacioso.

¿Qué hacer con ellas, qué darles?
¿Algún siglo no muy poblado hasta ahora?
¿Algo de reconocimiento para el arte de la orfebrería?
Es demasiado tarde para el juicio final.
Nosotros, tres mil millones de jueces,
tenemos nuestros propios asuntos,
nuestros propios enjambres desarticulados,
nuestras estaciones de tren, nuestros estadios y desfiles,
numerosos lugares más allá de calles, pisos y paredes.
Nos cruzamos hacia la eternidad en grandes almacenes
mientras compramos un jarrón nuevo.
Homero trabaja en la oficina de estadística.
Nadie sabe qué hace en casa.

WISLAWA SZYMBORSKA

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