En el reino de la Poesía cada poema es una
torre que se yergue a instancias secretas para ser habitada por un príncipe
(¿el poeta, nosotros, alguien que vendrá?) Ese príncipe sabe que sobre el
discurrir profuso de lo cotidiano, de lo abismante de las cosas, la máxima
certeza es el desconsuelo felizmente asumido, sabe que los poemas al ser torres
próximas a derrumbarse, son en sí la interrogación permanente que no necesita o
busca respuestas fidedignas, sino el goce de formular esas mismas preguntas con
el mayor sentimiento y perfección posibles.
Ismael
Gavilán
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