Mi infancia es un recuerdo de alboradas. Ayer me llegó la Albada de Jaime. Hacía mucho que no caía en ella. Como casi siempre en él, lo que es no es sólo lo que se ve. Jaime mamó siempre del clasicismo para dejar una obra moderna, actual, con una longevidad en su contemporaneidad insólita. Si alguien quiere más fondo además del que presenta en una primera lectura, aquí tiene para bucear.
albada1
Del lat. albāta, de albāre 'blanquear'.
1. f. alborada (‖ composición poética o musical).
2. f. Hues. alborada (‖ música al amanecer y al aire libre).
2. f. Hues. alborada (‖ música al amanecer y al aire libre).
De albor 'luz del alba'.
1. f. Tiempo de amanecer o rayar el día.
2. f. Música al amanecer y al aire libre para festejar a alguien.
3. f. Composición poética o musical destinada a cantar la mañana.
4. f. Acción de guerra al amanecer.
5. f. Toque o música militar al romper el alba, para avisar la
venida del día.
Albada
Despiértate. La cama está más fría
y las sábanas sucias en el suelo.
Por los montantes de la galería
llega el amanecer,
con su color de abrigo de entretiempo
y liga de mujer.
Despiértate pensando vagamente
que el portero de noche os ha llamado.
Y escucha en el silencio: sucediéndose
hacia lo lejos, se oyen enronquecer
los tranvías que llevan al trabajo.
Es el amanecer.
Irán amontonándose las flores
cortadas, en los puestos de las Ramblas,
y silbarán los pájaros -cabrones-
desde los plátanos, mientras que ven volver
la negra humanidad que va a la cama
después de amanecer.
Acuérdate del cuarto en que has dormido.
Entierra la cabeza en las almohadas,
sintiendo aún la irritación y el frío
que da el amanecer
junto al cuerpo que tanto nos gustaba
en la noche de ayer,
y piensa en que debieses levantarte.
Piensa en la casa todavía oscura
donde entrarás para cambiar de traje,
y en la oficina, con sueño que vencer,
y en muchas otras cosas que se anuncian
desde el amanecer.
Aunque a tu lado escuches el susurro
de otra respiración. Aunque tú busques
el poco de calor entre sus muslos
medio dormido, que empieza a estremecer.
Aunque el amor no deje de ser dulce
hecho al amanecer.
-Junto al cuerpo que anoche me gustaba
tanto desnudo, déjame que encienda
la luz para besarte cara a cara,
en el amanecer.
Porque conozco el día que me espera,
y no por el placer.
Despiértate. La cama está más fría
y las sábanas sucias en el suelo.
Por los montantes de la galería
llega el amanecer,
con su color de abrigo de entretiempo
y liga de mujer.
Despiértate pensando vagamente
que el portero de noche os ha llamado.
Y escucha en el silencio: sucediéndose
hacia lo lejos, se oyen enronquecer
los tranvías que llevan al trabajo.
Es el amanecer.
Irán amontonándose las flores
cortadas, en los puestos de las Ramblas,
y silbarán los pájaros -cabrones-
desde los plátanos, mientras que ven volver
la negra humanidad que va a la cama
después de amanecer.
Acuérdate del cuarto en que has dormido.
Entierra la cabeza en las almohadas,
sintiendo aún la irritación y el frío
que da el amanecer
junto al cuerpo que tanto nos gustaba
en la noche de ayer,
y piensa en que debieses levantarte.
Piensa en la casa todavía oscura
donde entrarás para cambiar de traje,
y en la oficina, con sueño que vencer,
y en muchas otras cosas que se anuncian
desde el amanecer.
Aunque a tu lado escuches el susurro
de otra respiración. Aunque tú busques
el poco de calor entre sus muslos
medio dormido, que empieza a estremecer.
Aunque el amor no deje de ser dulce
hecho al amanecer.
-Junto al cuerpo que anoche me gustaba
tanto desnudo, déjame que encienda
la luz para besarte cara a cara,
en el amanecer.
Porque conozco el día que me espera,
y no por el placer.
Jaime Gil de Biedma
Otras pista. De aquí, esto que sigue:
En el poema Albada el
poeta nos dibuja un despertar asediado por la cotidianeidad. Los sentimientos
del sujeto amoroso oscilan entre todo aquello que le produce el alba: despertar
triste, alegre, despertar lleno de ternura, deseo y de resignación. Nos canta
una mañana que está llena de deleite y dulzura al tener la compañía del cuerpo
deseado, pero que también puede ser insoportable por los agoreros olores a
cotidianeidad.
(...)
Para el poeta, el día significa encontrarse, al despertar,
asediado por las inquietudes de su pasión. Sus desdichas se presentan ante su
pensamiento. El día lo conduce inminentemente al espacio de la realidad, como
el primer animal visible de lo invisible, mientras que la noche lo devuelve al
espacio del deseo en el que se instala apaciblemente; creando un estado de
afectividad en el que el poeta se refugia. El azar se siente de noche
quebrantando todas las leyes, entre ellas, las del deseo. Sin embargo, el día
es demasiado previsible para el poeta; es el monótono mundo de los
tranvías que llevan al trabajo. El día es amenazante para el poeta porque
implica el desvelo amoroso, el desprendimiento del cuerpo amado.
En Albada, el amor ha sido un paréntesis en la cotidianeidad. He aquí
el supuesto del tedio baudelaireano: ante un hambre sin satisfacción y un deseo
boquiabierto el amor se nos presenta como lo necesario para luchar contra el
tedio de la vida.
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