an o la mirada

Quizás la oriental, la japonesa, dentro de mi desconocimiento, sea la poesía más refinada, más sutil. No necesariamente la mejor, no la que a mí más me interesa, pero sí la más delicada, la más alejada, como occidental mediterráneo que soy, de mi, nuestra mirada. Esto pensaba mientras veía una película ayer, An, donde esa diferencia en la mirada queda patente. An, o anko, es en japonés lo que nosotros entenderíamos por pasta dulce hecha con judías rojas para rellenar los dorayakis. Con este título no vamos a ninguna parte, de modo que aquí se llamó Una pastelería en Tokio. La película no me convence totalmente, pero me sumerjo en ella como en un líquido amniótico placentero y relajante; a veces me asoman las lágrimas. Planos escuetos, con mucha geometría en la composición; juegos de luces; contraposiciones conceptuales -cables, trenes de alta velocidad, rascacielos vs. cerezos en flor, vegetación, puesta de sol-: el ritmo del hombre moderno frente al de la naturaleza. Y la lepra y la leprosería: ¿hay que haber estado alejado del mundanal ruido los últimos sesenta años para poder conservar una forma de mirar? viene a preguntar la directora. Me sobra la música subrayando la sutileza, me sobra la explicitud del pasado del protagonista -ya sabíamos desde el principio el porqué de no regentar un pub sin necesidad de explicarlo-, me sobra todo aquello que va en contra de lo que propone la obra, que es la mirada atenta donde se descubre la verdad de las cosas sin necesidad de recurrir a otros elementos facilitadores que desvirtúan la poética de la concisión y la no evidencia. Naomi, la directora, escoge un vehículo para hace llegar su mensaje: la cocina; no parece casualidad. Donde ayer vi la película, tres cuartas partes del público superaban los sesenta y cinco años y las semicarcajadas en determinados momentos en las escenas de la cocina eran muy representativas: no sabe igual si se cocina a fuego lento durante horas y con mimo que si se compra envasado. Claro.
Casualmente, digamos, horas antes tenía una conversación vía mensajería telefónica con una alma amiga acerca de la mirada poética. Pues eso, querido.




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