ETERNO FEMENINO
Me psicoanalizaban unas chicas
guapísimas, muy altas y muy fuertes,
con pinta de valquirias o amazonas.
Iban todas con gafas y con blusas
muy blancas, gentilmente descotadas,
y faldas negras, mínimas, de cuero,
y pelo recogido, y gruesos labios
que decían «comedme» a cada instante.
Cuadernos y bolígrafos en ristre,
parecían atentas a la historia
banal que yo, implacable, les contaba,
emocionado ante su complacencia.
Les hablé de mi vida desde el punto
de vista que juzgué más favorable
para mí, como suelen hacer todos
los que hablan de su vida, subrayando
las acciones heroicas y omitiendo
los vicios, las traiciones y los crímenes.
Concluido el ditirambo, comenzaban
a desnudarse cuando, de repente,
se me ocurrió que tanta maravilla
no era real, que en algo tan entupido
y cruel como que alguien tome nota
de tus jactancias y tus abyecciones
no podían tomar parte unas damas
tan guapas como aquéllas. De manera
que opté por escapar. Cerré los ojos,
me encomendé a mí madre y a mí novia
y, dejando el diván, salté al vacío.
guapísimas, muy altas y muy fuertes,
con pinta de valquirias o amazonas.
Iban todas con gafas y con blusas
muy blancas, gentilmente descotadas,
y faldas negras, mínimas, de cuero,
y pelo recogido, y gruesos labios
que decían «comedme» a cada instante.
Cuadernos y bolígrafos en ristre,
parecían atentas a la historia
banal que yo, implacable, les contaba,
emocionado ante su complacencia.
Les hablé de mi vida desde el punto
de vista que juzgué más favorable
para mí, como suelen hacer todos
los que hablan de su vida, subrayando
las acciones heroicas y omitiendo
los vicios, las traiciones y los crímenes.
Concluido el ditirambo, comenzaban
a desnudarse cuando, de repente,
se me ocurrió que tanta maravilla
no era real, que en algo tan entupido
y cruel como que alguien tome nota
de tus jactancias y tus abyecciones
no podían tomar parte unas damas
tan guapas como aquéllas. De manera
que opté por escapar. Cerré los ojos,
me encomendé a mí madre y a mí novia
y, dejando el diván, salté al vacío.
Luis Alberto de Cuenca.
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