A Guille le podría haber dado también por esta, aunque entiendo que la concisión de la otra es magistral. Por si faltaba algo, meten a Chopin porque sí. Corría el año 81.
El Guadarrama manda, visto lo visto.
Qué puto disparate.
Rodé haciendo la croqueta
por una larga pendiente alegremente,
consciente de que mi meta
era al fin hallar la muerte.
Se abrazaron los helechos a mi pecho
obstáculo ligero a lo inminente.
Por si acaso, a mi paso y con los dientes,
iba arrancando setas,
eligiendo cuidadosa
aquellas más venenosas:
las amanitas faloides,
las amanitas virosas.
Varias veces dio mi frente
contra el duro granito jaspeado
disfrazado con verde sombrerito
de musgo floreado
apariencia inocente
que oculta cuarzo, mica y fesdelpato
también perdí un zapato.
Luego, de bruces,
fui a dar en el arroyo
"ploc, ploc, ploc",
alegres montañeros federados
entonaban los aires del Tirol:
"iulereiriu...".
Cegáronme las luces
que pone el sol en lomos de bermejas
humildes pececillos de secano;
la campana del pueblo más cercano
convocaba a las viejas.
Todo el arroyo serrano
se introdujo por mi boca de repente;
colgado de una roca,
un barbo me observaba indiferente.
Recibí la visita del milano,
del buitre carroñero
y su hermano menor don alimoche,
rapaces en sus gustos muy exigentes.
Me aliñaron con exceso
tomillo, salvia y cantueso;
luego en mi se hizo la noche.
Un dominguero cantaba una canción
mientras lavaba el coche.
Antares del Escorpión
me hacía guiños rojizos,
la Polar me reclamaba
a la región de los fríos.
Del fuego del corazón
huía la débil llama,
yo no entendía por qué
dormía en el río aquel
sin camisón ni pijama.
El Tigre del Guadarrama
Silencioso y a paso lento, lento
Se acercó hasta mí
Husmeando el viento
Y bebió de la corriente en mi cama
En reposo, suavemente
Y luego se alejó, con sumo tiento,
Blandas zarpas de algodón en rama
Yo no le vi
Pero sentí su aliento.
por una larga pendiente alegremente,
consciente de que mi meta
era al fin hallar la muerte.
Se abrazaron los helechos a mi pecho
obstáculo ligero a lo inminente.
Por si acaso, a mi paso y con los dientes,
iba arrancando setas,
eligiendo cuidadosa
aquellas más venenosas:
las amanitas faloides,
las amanitas virosas.
Varias veces dio mi frente
contra el duro granito jaspeado
disfrazado con verde sombrerito
de musgo floreado
apariencia inocente
que oculta cuarzo, mica y fesdelpato
también perdí un zapato.
Luego, de bruces,
fui a dar en el arroyo
"ploc, ploc, ploc",
alegres montañeros federados
entonaban los aires del Tirol:
"iulereiriu...".
Cegáronme las luces
que pone el sol en lomos de bermejas
humildes pececillos de secano;
la campana del pueblo más cercano
convocaba a las viejas.
Todo el arroyo serrano
se introdujo por mi boca de repente;
colgado de una roca,
un barbo me observaba indiferente.
Recibí la visita del milano,
del buitre carroñero
y su hermano menor don alimoche,
rapaces en sus gustos muy exigentes.
Me aliñaron con exceso
tomillo, salvia y cantueso;
luego en mi se hizo la noche.
Un dominguero cantaba una canción
mientras lavaba el coche.
Antares del Escorpión
me hacía guiños rojizos,
la Polar me reclamaba
a la región de los fríos.
Del fuego del corazón
huía la débil llama,
yo no entendía por qué
dormía en el río aquel
sin camisón ni pijama.
El Tigre del Guadarrama
Silencioso y a paso lento, lento
Se acercó hasta mí
Husmeando el viento
Y bebió de la corriente en mi cama
En reposo, suavemente
Y luego se alejó, con sumo tiento,
Blandas zarpas de algodón en rama
Yo no le vi
Pero sentí su aliento.
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