me avisaron mil veces ten cuidao


El mundo tiene límites; la fantasía no. Genios voladores, transformaciones mágicas, mesas que se llenan solas de comida, duendes que atraviesan las paredes, hadas que hacen desaparecer gigantes (o profetas que separan las aguas del mar con un bastón): los mitos y los cuentos apartan, con un sésamo o un abracadabra, los obstáculos que la geología y la historia colocan en el camino de los humanos. Perrault, los hermanos Grimm, Andersen, Hoffmann, eran grandes fantasiosos que se sacudían las estrecheces del mundo sublunar con ensoñaciones al galope. Pero hay que tener cuidado, porque también Jerjes, que mandó azotar el mar, era un fantasioso, y también lo era Tze Huan-Ti, primer emperador de China, que castigó a una montaña por cortarle el paso; y lo eran Hernán Cortés y Napoléon y Cecil Rhodes. También lo fue Hitler: «un Estado que en la época del envenenamiento de las razas se dedica a cultivar a sus mejores elementos raciales, tiene un día que hacerse señor del mundo». Y un gran fantasioso es también, claro, el presidente de la multinacional Monsanto: «el glisofato es 100% biodegradable e inocuo para la salud». Y lo es asimismo -grande, inmensa fantasía- Dominique Strauss-Kahn, el máximo dirigente del FMI: «es posible conciliar la protección social con el crecimiento económico».

El artículo completo de Santiago Alba, maravilloso, está aquí. Nada nuevo bajo el sol, pero qué pocos lo dicen.

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