Sucede a veces que de A se puede pasar a
B no porque uno crea que hay una conexión, sino porque la conexión no depende
de la creencia subjetiva del espectador, sino de la deliberada intención del
creador. Esto Jaime lo hacía mucho; de hecho, diría que construía A con una
suma de B, C, D y lo que se le ocurriese. Siempre B, C, D, etc eran de alto
calado y, también siempre, A quedaba limpia como si la suma que albergaba en su
interior no atendiese a reglas matemáticas elementales, como si de resultas de
sumar dos más dos diese cinco. Cuando los demás copiaban, él intertextualizaba lo más fino que había
dado la poesía inglesa, la francesa, la clásica, hasta abrumar en cada frase,
en cada posible evocación, si uno pretendía seguir el hilo hacia atrás; y hasta
deleitar, claro, con su simple lectura.
Tratar en un cuaderno como este de tirar
del hilo es un asunto de una laboriosidad mayor, pero con paciencia y osadía lo
haré de cuando en cuando, como lo he hecho con las traducciones de algunos
poemas escritos en inglés. Voy a empezar por uno que me ronda desde hace
tiempo, bello hasta el dolor, y que me llevará varias entradas:
PRÍNCIPE
DE AQUITANIA, EN SU TORRE ABOLIDA
Una clara conciencia de lo que ha perdido,
es lo que le consuela. Se levanta
cada mañana a fallecer, discurre por estancias
en donde sórdamente duele el tiempo
que se detuvo, la herida mal cerrada.
Dura en ningún lugar este otro mundo,
y vuelve por la noche en las paradas
del sueño fatigoso... Reino suyo
dorado, cuántas veces
por él pregunta en la mitad del día,
con el temor de olvidar algo!
Las horas, largo viaje desabrido.
La historia es un instante preferido,
un tesoro en imágenes, que él guarda
para su necesaria consulta con la muerte.
Y el final de la historia es esta pausa.
Jaime Gil
de Biedma