Cioran me cae mal. Es un tipo al que no he leído, ni creo que lo haga, pero eso da igual para desarrollar un sentimiento de aversión, de desagrado hacia él. No me gusta su rollo, por decirlo de manera antagónica a como él lo diría. Debió de ser brillantísimo, no digo yo que no.
Me han llegado de mano amiga unas citas suyas con las que comulgo no totalmente, pero sí casi. Pero me sigue cayendo mal.
El amor por la belleza es inseparable del sentimiento de la muerte. Pues todo lo que cautiva nuestros sentidos con escalofríos de admiración nos eleva a una plenitud de fin, que no es otra cosa sino el deseo abrasador de no sobrevivir a la emoción. ¡La belleza sugiere una imagen de inanidad eterna! Venecia o los crepúsculos parisienses nos invitan a un fin perfumado, en el cual la eternidad parece haberse derretido en el tiempo.
Y esta otra:
La infelicidad sólo se encuentra en un temperamento esencialmente contradictorio.
Emilio viene a decir cosas que ya sabíamos, la verdad, sin presunción alguna. Es así de sencillo: eso, Emilio, ya lo sabíamos. Para ese viaje no hacían falta esas alforjas. Pero lo dice el hombre de una manera muy apropiada, digámoslo así.